Foto: Ángel Santoyo
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Granizo
es un cortijo del partido rural del río Moral, Nerpio (Albacete). Su propio
enclave te pide detenerte y pensar en su origen, y admirar la contundencia del
acogimiento que la naturaleza le proporciona. Y preguntarte por qué está
derrotado, vencidos sus muros, hundida su techumbre. Ese hermoso edificio construido a cuatro
aguas, con técnicas inusuales en estas sierras. ¿Quién habrá vivido allí?, ¿cuál
habrá sido la razón de su nacimiento, de su vida y su muerte?
A
Granizo, el viejo, lo construyó quien fuese hace siglos un poco más abajo,
cerca del hondo del barranco. Pero sería en los inicios del pasado siglo XX
cuando, huyendo de humedades y aguas malhumoradas, lo volvieron a levantar en
el sitio que ahora está, mientras siga estando, claro, porque al paso que lleva
terminará siendo un montón de escombros.
Bueno,
pues has de saber que Granizo, el nuevo, pero que se está derrumbando igual que
el mundo que lo sustentó, lo construyó el abuelo de Angelita, que es familia
mía por parte de padre. Por eso te lo explico, por cómo me lo ha contado ella
de forma tranquila, con esa voz profunda que tiene y la manera pausada tan distinguida con la que cuenta las
cosas. Al tiempo que lo cuenta se le humedecen los ojos, porque se le remueven
cosas por dentro. Seguramente a ti también te sucede con cosas parecidas,
porque a las entrañas no hay quien les ponga orden. Y a veces desde dentro te
sale esa hormiguilla que se manifiesta en tu cara, sin que seas capaz de
ponerle orden.
Angelita
subía casi todos los días a Granizo desde las Cuevas de las Quinterías, donde
vivía. Subía cruzando el portillo que
hay barranco arriba, por una senda a su vera. Una de esas sendas antiguas que
ya no existen. Como tantas sendas que hilaban afectos y emociones, y que ya no existen, ya te digo.
Subía
a ver a su abuelo. Y así me lo recuerda, con esa humedad en los ojos que te
digo. Subía casi a diario. En plena juventud. Y ya sabes lo que tiene esa edad.
Cómo te tomas las cosas y cómo las recuerdas. Angelita recuerda aquella casa tal
que la estuviera viendo. La cocina espaciosa, el patio con corral, las cámaras
para granero, el palomar, las alcobas. Los acabados de la fachada, los
revoltones del techo. La solidez de la obra de piedra, de piedra de estas
sierras de Pincorto, del Talón, de Hoya Celá, que anteceden a las cumbres
soberbias de la mismísima Sierra de las Cabras.
Qué
categoría tendría Granizo, y qué anchuras, que allí hizo su boda Angelita. Y
cómo no se va a acordar. Casó con su hombre, su único hombre hasta la
eternidad. Y recuerda todo al detalle. Lo de recordar con detalle no es cosa
común, porque por lo visto cada memoria de cada persona se comporta como a ella
le da la idea. Y fíjate que esos rincones de la memoria a veces son los más
importantes, porque toman fuerza con el tiempo, pero son tales los vericuetos
que tienen que atravesar los pensamientos que te resulta imposible acceder a
ellos. Sin embargo, algunos que conozco acceden por esos vericuetos con una
facilidad envidiable. Y eso le sucede a Angelita con Granizo y otras cosas.
Por
eso Angelita tiene tanta añoranza de Granizo. Probablemente tú también la
tendrías. Más que probable, seguro. Si pasas por su lado, y más aún si lo haces
en un momento especial, como lo hizo mi amigo Ángel Santoyo cuando hizo esta
foto que he puesto aquí, es cierto que no te quedarás impasible. Si tienes
alma, no permanecerás impasible.
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