Juan Manuel Navarro Martínez es pastor.
Hijo de la María de Juan José, el de la tienda del Moralejo, aldea del
municipio de Caravaca. Allí vive. Es de
los pocos que van quedando. Juan Manuel es un chaval joven. Ha estudiado en
Archivel, en el IES “Oróspeda”. Y está apegado a la tierra. Ha dicho: “Cuando digas la palabra pastor, agricultor o ganadero, no
agaches la cabeza. Al decirlo siéntete orgulloso de lo que eres, no eres menos
que una persona con un buen puesto de trabajo, ya sea un banquero, un
administrativo o un maestro. En definitiva, toda esa gente vive de lo que tú
haces, cultivas o crías”.
Juan
Manuel pastorea en la parte de La Junquera, en ese rincón desde el que hay a
tiro de piedra cinco provincias. A poniente tiene la Sierra de la Zarza, en la
que juntan sus lindes tres de ellas. Y al norte, la Sierra Seca, de Cañada de
la Cruz, y la Sierra de las Cabras, de
Nerpio, las cuales presentan sus respetos a la Sagra, soberana de estas
tierras. Además, en la Junquera brota el río Quipar y sus aguas alimentan, a
veces en superficie y a veces ocultas bajo la tierra, la Cañada de Tarragoya.
Eso que he dicho lo comprende bien Juan Manuel.
Este
rincón constituye una tierra dura y difícil; altiplanos esteparios, montes
ásperos, inviernos helados. Pero su dureza es la esencia de su belleza.
Sus
raíces telúricas se han combinado con los tiempos para dar vida a quienes las
han ido poblando desde siglos pasados, animales y hombres.
Esas
cosas las sabemos los que amamos este rincón del mundo, los que allí han vivido
y los que viven. Retratar el ser de estos sitios mediante las herramientas que
proporciona el arte está al alcance de muy pocos y Juan Manuel pertenece a ese
selecto grupo de personas, porque Juan Manuel es artista. No ejerce de artista,
pero es artista y no puede alienarse de su propia condición. Quizás por eso
vive su oficio de pastor con la pasión con que lo vive. Porque el pastoreo es
también un arte. Eso no lo sabe la generalidad de la gente, salvo los que
admiramos el pastoreo. Si sigues sus fotografías y eres capaz de comprenderlas
estarás de acuerdo conmigo. Los elementos que combina y la emoción que les
transmite en la instantánea, el sentido más hondo de la tierra, los resquicios
de objetos teñidos de añoranza, la asociación entre los animales y la
naturaleza que le da vida, el paso del tiempo a través de color del cielo, el
grito efímero de las nubes, eso y muchas cosas más, están en el joven corazón
de Juan Manuel y así lo transmite.
Quizás
eso explique su apego a la tierra. Bueno, eso y sus orígenes campesinos. Y su
orgullo campesino.
Algunos
hemos conocido a Juan a Manuel a través de sus fotografías y de algunas cosas
que ha escrito. Pocas, pero algunas. Y, además de lo dicho, nos ha abierto un
rayo de esperanza. Porque hemos visto que es posible que haya jóvenes que
quieran seguir en el campo, o volver al campo; que se asocien con la tierra y
la naturaleza. Seguramente pocos, aunque tampoco hace falta que sean muchos. Hoy,
ser campesino, y no simplemente agricultor, es quizás lo más alejado de las
aspiraciones de los jóvenes y por eso Juan Manuel constituye ese rayo de
esperanza.
Dicho
todo esto, Juan Manuel no es un mito. No lo podemos convertir en un mito. Tiene
derecho a darle a su vida los giros que desee. Pero en este instante, y aunque
a medio plazo termine renunciando, representa esa esperanza de mantener viva la
llama de nuestro viejo campo y su cultura. Por eso lo traigo aquí.
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