miércoles, 10 de julio de 2013

CON MI BICI POR EL MAESTRAZGO Y LA COMARCA DEL MATARRAÑAS (3): A CANTAVIEJA Y MIRAMBEL

De Morella salgo por la puerta de San Mateo. Del peñasco en que se emplaza Morella siempre se baja,  no hay más remedio. Pero una vez que llego al río Bergantes, empiezan los repechones que me llevarán hasta Cantavieja.


El primer pueblo con el que me encuentro es Cinctorres, de cuya plaza se enseñorea una iglesia con una portada-telón de estilo neoclásico algo exagerada y dos esbeltas torres. Callejeo por el pueblo y continúo ruta.


Antes y después voy pensando en el papel decisivo de la geomorfología en estas soledades. Formas tabulares, en cuesta y, sobre todo,  muelas, como se las conoce en Aragón. Morfologías que aquí se deben a la fuerza erosiva de Bergantes y Columbres, afluentes del río Cantavieja.  Desde las cumbres uno mira y las ve casi al ras. Entre ellas se hunden los cauces fluviales, unas veces en anchos valles, otras en secos tajos. Eso sí, la tectónica es más bien tranquila. En esta parte del Maestrazgo los pliegues son horizontales o casi y la mayor parte de las series estratigráficas vienen coronadas por un estrato carbonatado,  del cretácico casi siempre.


Fig. 1: Formas tabulares


Estos roquedales han servido a los lugareños para construir sus viviendas e instalaciones ganaderas, con el uso exclusivo de la piedra. Los estudiosos le llaman a esta forma tradicional de constuir la “arquitectura de piedra seca” (figs.1 y 2). Viene facilitada porque aquí las calizas se exfolian en grandes lajas que permiten hacer sillarejos o dar suministro para  la mampostería de los edificios. No menor es su uso para acondicionar laderas para el cultivo mediante hormas de piedra que sujetan los aterrazamientos. He de decir que si antes tuvieron uso agrícola esas laderas, hoy ya no lo tienen. Aquí, como en otros sitios,  la vieja agricultura y el mundo rural son cosa del  pasado.




Fig. 1.-Paramento de lajas de caliza en Cinctorres



Fig. 2: Hormas de piedra en las laderas.



Después de Cinctorres te encuentras un cartel que pone “Puerto de los Capriles”. Tiene una subida de aúpa y sólo me detengo a fotografiar un plegue anticlinal que me sorprende entre tantas formas horizontales (fig. 3).  La carretera es bastante solitaria y escucho muchos cantos de pájaros, que me recuerdan a mi amigo Fernando de Sotresgudo, que se los conoce todos. Yo reconozco sobre la cumbre el pesado vuelo de un grupo de buitres leonados, que habrán visto algún cadáver por esos pedregales, pero no el mío, porque yo continúo vivo.


Fig. 3. Anticlinal en Rodilla  en el puerto de los Capriles
Luego hay un descenso hacia el Portell de Morella, pero ahí no acaba el puerto. El Portell tiene una atractiva estampa, con su torre adosada a la iglesia y las casas desparramándose por la ladera aterrazada. 
Fig. 4: Portell de Morella.


Una vez abajo, pero sin descender al fondo del valle, la carretera se pone cuesta arriba y me recuerda que aún no he coronado el puerto, que ahora tiene nombre castellano, “las Cabrillas”. La carretera escala el páramo, que está mordido por varios barrancos y que en toda su ladera norte le han plantado un montón de modernos molinos de viento. Me da la impresión de  que el parque eólico de “las Cabrillas” es el responsable de que la carretera en la vertiente castellonense esté tan bien arreglada, porque después de hacer cumbre a más de 1300 m. y ya en la provincia de Teruel,  la carretera está reventada. Ello también me hace pensar en lo duros que han de ser los inviernos por estas tierras. Eso sí, como se puede ver en las fotos, la vegetación aún conserva la frescura y el verde de una primavera que, según me cuentan los lugareños, ha sido larga y abundante.


Con la Iglesuela del Cid te encuentras de golpe y porrazo. Una vez allí te sorprenden, en lugar tan recóndito, los palacios con elegantes aleros  de madera y doble hilera de ménsulas. En algún lugar he leído que son “cornisas aragonesas”. A mí  me recuerdan el renacimiento toscano.

Fig. 5.-Palacio. Iglesuela del Cid


Me llama la atención una refrescante huertecilla (fig. 6) que ocupa el fondo de un cauce. Coqueta y bien trazada, con las casas asomándose para ver crecer tan cuidadas hortalizas.


Fig 6.-Huertos. Iglesuela del Cid


Salgo de los palacios, en los que no aspiro a vivir. Me conformo con una refrescante fuente que hay a la entrada del pueblo bajo un porche de madera. Se está tan agusto sentado oyendo caer el agua que no dan ganas de seguir.  




Fig. 7.-Fuente.Iglesuela del Cid.


Después del breve respiro me espabilo y me dirijo hacia el puerto de Cantavieja. Primero se sube y luego hay un tobogán que te requema las piernas. La señal de tráfico dice 9%,  pero mi monitor me marca durante un rato un 20% y a mi bici no le quedan más coronas que subir.  Por fin llego arriba: Puerto de Cantavieja, 1420 m.. 


Cantavieja, no siendo un pueblo grande, tiene cierta prestancia, pasado templario y capital del Alto Maestrazgo turolense. Me introduzco por el empedrado hacia el centro, pero no encuentro un bar en el que reponer fuerzas al aire libre. Me detengo en la iglesia de San Miguel, que en su lateral tiene un pórtico gótico que hace las veces de atrio. En el paramento limpio hay un pequeño cuadro de la Virgen, que dice “Quintos 2013”. Me doy la vuelta pensando en esta costumbre de despedir a  los quintos con una fiesta y no habiendo ya quintos, se sigue celebrando en algunos sitios. Tampoco atino a cuadrar la Virgen con los Quintos.  


 A la entrada veo un bar con mesas en la puerta y allí me dirijo. Me pido un bocadillo de lomo de a palmo, un aquarius y un bolígrafo para tomar algunas notas y no fiarlo todo a la memoria. En Cantavieja hay cuartel de la Guardia Civil, con una bonita fachada. Pensando yo en eso se detiene la pareja y me saluda. Uno de los guardias es aficionado al ciclismo y se ha fijado en mi bici. Me hace algunas preguntas sobre ella y gustoso le atiendo. Echamos un rato de conversación mientras doy cuenta de mi bocadillo y aprovecho para hacerme el experto en bicis y ciclismo aficionado, que me lo tengo ganado. El guardia, que es de Alcaudete, provincia de Jaen, me alivia diciendo que lo más exigente del recorrido ya lo he completado, aunque la carretera hasta Mirambel tiene un tramo que está hecho un cristo.  Con agua fresca en los bidones y los parroquianos tomando el aperitivo, reemprendo el camino con el sol zurriendo en todo lo alto.  


La carretera hasta Mirambel va paralela al río Cantavieja. En el descenso hacia el mismo hay una vista espectacular del pueblo sobre un talud (fig. 8), excavado por el río y que deja al descubierto las etapas sedimentarias de casi todo el Cretácico Inferior en las idas y vueltas del viejo mar de Thetys por estas latitudes.  Hasta 6 periodos o facies de los mismos podemos observar desde la carretera: calizas detríticas y bioclásticas, luego arcillas, margas y areniscas rojas, después otra vez calizas, encima margas con plicátulas y al final las calizas en las que se asienta Cantavieja.


Fig 8.-Talud sobre el que se emplaza Cantavieja

Como ya me había avisado el guardia civil de Cantavieja, de golpe la carretera hacia Mirambel se convierte en un infierno de baches, remiendos y abolladuras, que me muelen el espinazo. Además, el calor propio del mes de Julio y la hora que se me ha hecho le dan fuerza al olor de las granjas de cerdos que salpican todo el territorio. El río Cantavieja baja muy mermado y alivia poco el mirarlo.  


Para entrar a Mirambel la carretera no está arreglada. Yo diría que está aún peor. Eso sí,  han colocado un panel en el que se elogia su pasado y valor patrimonial. Bien parece que las autoridades no le atribuyan presente alguno, pues ni carretera decente tiene para llegar.  En efecto, Mirambel conserva conventos, palacios verdaderamente monumentales, como la casa Aliaga (fig. 10), castillo y fragmentos de la muralla. Por cierto, la puerta principal, la de las monjas, tiene una original  celosía de yeso y barro que me entretengo en fotografiar (fig. 9).  


A las tres de la tarde dejo Mirambel y voy camino de Forcall. Allí, me refresco en una sombra de la plaza porticada y tomo la carretera hasta Morella. Para ver Morella cuando estás cerca de ella siempre tienes que mirar hacia arriba, así que no hay quien me libre de un último azagón . He recorrido 100 kms y un desnivel positivo de 2.127 m. que no está nada mal.


Fig. 9.- Portal de las Monjas. Mirambel.


Fig 10.-Casa aliaga. Mirambel

1 comentario:

  1. Dan ganas de viajar, leyendo tus crónicas. Ya me mandarás la foto del anticlinal, para mis clases.

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