Me levanto más temprano, porque
quiero recorrer la población de Morella a la vuelta. La
etapa es corta. Tendré que subir por el puerto de Torre Miró y, si puedo,
pedalear un rato por “tierras de dinosaurios”, que ya se me había metido en la
cabeza el primer día. En ese tramo de carretera y hasta el mismo puerto está
bien representado el Aptiense, época del Cretácico Inferior, en la que los
alrededores de Morella eran una especie de marisma, con clima tropical, tierras
fangosas, fauna de agua dulce y vegetación de coníferas gigantes. O sea, el
ambiente en el que vivieron los dinosaurios, de los que existen restos
paleontógicos y huellas en la zona. Esas llanuras sedimentarias, después del
plegamiento, están implicadas al norte de Morella en una apretada sucesión
anticlinal-sinclinal con dirección NW-SE, que se encuentran arrasados por la
erosión y por eso afloran sus estratos en las cumbres de Torre-Miró.
Sin
embargo, me sorprende una mañana de perros con un viento racheado del NW, que
apenas me permite hacer otro oficio que mantenerme en pie encima de la bici.
Una vez arriba (1250 m.)
las ráfagas van a peor y me impiden disfrutar del pedaleo por las cumbres, que
tanto me gusta. No obstante, a la vuelta,
con el viento más calmado, me detengo más tranquilo a hacer la foto que vemos
en la fig. 1; bonitos sabinares, asociados con piornos, pinos laricios, espinos
blancos –que están en flor-, enebros y carrascas entre otros.
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Fig. 1.-Sabinar en las cumbres de Torre Miró
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Pero,
siendo consciente de la tierra que piso, pedaleo en busca de lugar más apacible
y busco el descenso por otra vertiente hacia Herbés. Ésta es una población
recóndita a la que se llega después de un rápido descenso acompañado por una
violenta barranquera que todavía conserva algunas pozas de agua, entre
desprendimientos de bloques, que en la tierra llaman “Tossals”. Es uno de los ramales del barranco de
Escalona, de la cuenca del Matarraña.
Justo
a la espalda de Herbés hay un haz apretado de sierras, fruto del empuje
tectónico, que ha dado lugar a un extenso cabalgamiento de calizas del aptiense
inferior sobre calizas y dolomías de época posterior.
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Fig 2.-Sierras al NE de Herbés |
Herbés
tiene una planta elegante, con un monumental castillo-palacio de un noble
varón, que da fe del origen señorial de estos predios.
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Fig 3.-Herbés |
Regreso
por el mismo sitio y he de superar una subida notable; pero la hago cómoda porque ya no sopla tanto
el viento. A la vuelta disfruto más de las cumbres, pero el tiempo apremia y
hago el descenso rápido a Morella, a la que accedo por la puerta principal, la
de San Miguel. He hecho sólo 43 kms,
pero 1000 m.
de ascensión.
Una
vez en Morella, recorro sus calles y hago alguna visita. El hotel donde he
estado se ubica en el rehabilitado palacio del cardenal Ram, en cuya
rememoración hay un fresco en el salón principal. Como en mi viaje no busco
profundizar en cardenales, ni obispos, ni nobles, ni reyes, ni nada por estilo,
no me intereso por el citado cardenal. Eso sí, el edificio es de sólidos
paramentos y tiene un elegante exterior. El vano de la puerta principal es un
arco de medio punto con dovelas alargadas formando un abanico que le dan un
aire esbelto. Tiene un alero de estilo aragonés, con doble hilera de ménsulas
de madera.
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Fig 4.- Calle principal de Morella, con el palacio del Cardenal Ram al
fondo. |
Después
de recorrer la calle principal se llega al museo “tiempo de dinosaurios”, al
que entro para ver con mis ojos los restos fósiles de esos fantásticos animales
que poblaron estas tierras durante el Cretácico. Me llama la atención un panel
con un croquis y un corte geológico, junto a la secuencia estratigráfica del
Cretácico inferior, que no me dejan fotografiar. Me veo obligado a tomar unas
notas, que me aclaran algo el jaleo de rocas que he estado viendo estos días.
Entre otras cosas, se me queda en la cabeza que debajo de las calizas que
sirven de cimiento al castillo de Morella hay una capa de margas, lo que me
servirá para encontrar explicación a una rara peculiaridad que tiene esta
singular ciudad y me explica el dueño del restaurante en el que me dispongo a
comer. Y es que en el mismo hay una bodega, en la que se conserva un pozo con
agua. Le pregunto al dueño y me dice que en toda la población hay una sucesión
de pozos similares, que, cuando llueve, se recargan de agua ellos sólos. Deduzco de
ello que las margas que antes cité han
servido como capa impermeable para sostener encima un pequeño manto freático
que hábilmente van drenando los morellanos para garantizarse el agua de
abastecimiento, cuando ésta no llegase por otros mecanismos de ingeniería, como
el acueducto del S. XV que hay al norte de la ciudad. Y es que para llevar el
agua hacia arriba hay que tener mucha imaginación.
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Fig 5.-Castillo de Morella. |
Paseo
por alrededor del Castillo y me asomo a la basílica, un templo gótico del S. XV.
Aún siendo un templo abierto al culto, no dejan pasar si no pagas dos euros. No
se me tome por roñoso, pero me lo pienso y me doy la vuelta.
Me
espero a la salida para hacer una foto a la monumental ciudad desde un lugar
menos habitual y en el que destaca la puerta de San Miguel. Con ella me despido hasta la próxima si me
quedan fuerzas.
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Fig. 6.-Morella. |