lunes, 15 de julio de 2013

CON MI BICI POR EL MAESTRAZGO Y LA COMARCA DEL MATARRAÑAS (2): HERBÉS Y MORELLA

              Me levanto más temprano, porque quiero recorrer la población de Morella a la vuelta. La etapa es corta. Tendré que subir por el puerto de Torre Miró y, si puedo, pedalear un rato por “tierras de dinosaurios”, que ya se me había metido en la cabeza el primer día. En ese tramo de carretera y hasta el mismo puerto está bien representado el Aptiense, época del Cretácico Inferior, en la que los alrededores de Morella eran una especie de marisma, con clima tropical, tierras fangosas, fauna de agua dulce y vegetación de coníferas gigantes. O sea, el ambiente en el que vivieron los dinosaurios, de los que existen restos paleontógicos y huellas en la zona. Esas llanuras sedimentarias, después del plegamiento, están implicadas al norte de Morella en una apretada sucesión anticlinal-sinclinal con dirección NW-SE, que se encuentran arrasados por la erosión y por eso afloran sus estratos en las cumbres de Torre-Miró.

            Sin embargo, me sorprende una mañana de perros con un viento racheado del NW, que apenas me permite hacer otro oficio que mantenerme en pie encima de la bici. Una vez arriba (1250 m.) las ráfagas van a peor y me impiden disfrutar del pedaleo por las cumbres, que tanto me gusta.  No obstante, a la vuelta, con el viento más calmado, me detengo más tranquilo a hacer la foto que vemos en la fig. 1; bonitos sabinares, asociados con piornos, pinos laricios, espinos blancos –que están en flor-, enebros y carrascas entre otros.
 
Fig. 1.-Sabinar en las cumbres de Torre Miró
            Pero, siendo consciente de la tierra que piso, pedaleo en busca de lugar más apacible y busco el descenso por otra vertiente hacia Herbés. Ésta es una población recóndita a la que se llega después de un rápido descenso acompañado por una violenta barranquera que todavía conserva algunas pozas de agua, entre desprendimientos de bloques, que en la tierra llaman “Tossals”.  Es uno de los ramales del barranco de Escalona, de la cuenca del Matarraña.
            Justo a la espalda de Herbés hay un haz apretado de sierras, fruto del empuje tectónico, que ha dado lugar a un extenso cabalgamiento de calizas del aptiense inferior sobre calizas y dolomías de época posterior. 

Fig 2.-Sierras al NE de Herbés
            Herbés tiene una planta elegante, con un monumental castillo-palacio de un noble varón, que da fe del origen señorial de estos predios.

Fig 3.-Herbés
            Regreso por el mismo sitio y he de superar una subida notable;  pero la hago cómoda porque ya no sopla tanto el viento. A la vuelta disfruto más de las cumbres, pero el tiempo apremia y hago el descenso rápido a Morella, a la que accedo por la puerta principal, la de San Miguel.  He hecho sólo 43 kms, pero 1000 m. de ascensión.

            Una vez en Morella, recorro sus calles y hago alguna visita. El hotel donde he estado se ubica en el rehabilitado palacio del cardenal Ram, en cuya rememoración hay un fresco en el salón principal. Como en mi viaje no busco profundizar en cardenales, ni obispos, ni nobles, ni reyes, ni nada por estilo, no me intereso por el citado cardenal. Eso sí, el edificio es de sólidos paramentos y tiene un elegante exterior. El vano de la puerta principal es un arco de medio punto con dovelas alargadas formando un abanico que le dan un aire esbelto. Tiene un alero de estilo aragonés, con doble hilera de ménsulas de madera. 

Fig 4.- Calle principal de Morella, con el palacio del Cardenal Ram al fondo.
            Después de recorrer la calle principal se llega al museo “tiempo de dinosaurios”, al que entro para ver con mis ojos los restos fósiles de esos fantásticos animales que poblaron estas tierras durante el Cretácico. Me llama la atención un panel con un croquis y un corte geológico, junto a la secuencia estratigráfica del Cretácico inferior, que no me dejan fotografiar. Me veo obligado a tomar unas notas, que me aclaran algo el jaleo de rocas que he estado viendo estos días. Entre otras cosas, se me queda en la cabeza que debajo de las calizas que sirven de cimiento al castillo de Morella hay una capa de margas, lo que me servirá para encontrar explicación a una rara peculiaridad que tiene esta singular ciudad y me explica el dueño del restaurante en el que me dispongo a comer. Y es que en el mismo hay una bodega, en la que se conserva un pozo con agua. Le pregunto al dueño y me dice que en toda la población hay una sucesión de pozos similares, que, cuando llueve,  se recargan de agua ellos sólos. Deduzco de ello que las margas  que antes cité han servido como capa impermeable para sostener encima un pequeño manto freático que hábilmente van drenando los morellanos para garantizarse el agua de abastecimiento, cuando ésta no llegase por otros mecanismos de ingeniería, como el acueducto del S. XV que hay al norte de la ciudad. Y es que para llevar el agua hacia arriba hay que tener mucha imaginación.

Fig 5.-Castillo de Morella.
             Paseo por alrededor del Castillo y me asomo a la basílica, un templo gótico del S. XV. Aún siendo un templo abierto al culto, no dejan pasar si no pagas dos euros. No se me tome por roñoso, pero me lo pienso y me doy la vuelta.

            Me espero a la salida para hacer una foto a la monumental ciudad desde un lugar menos habitual y en el que destaca la puerta de San Miguel.  Con ella me despido hasta la próxima si me quedan fuerzas.

Fig. 6.-Morella.

miércoles, 10 de julio de 2013

CON MI BICI POR EL MAESTRAZGO Y LA COMARCA DEL MATARRAÑAS (3): A CANTAVIEJA Y MIRAMBEL

De Morella salgo por la puerta de San Mateo. Del peñasco en que se emplaza Morella siempre se baja,  no hay más remedio. Pero una vez que llego al río Bergantes, empiezan los repechones que me llevarán hasta Cantavieja.


El primer pueblo con el que me encuentro es Cinctorres, de cuya plaza se enseñorea una iglesia con una portada-telón de estilo neoclásico algo exagerada y dos esbeltas torres. Callejeo por el pueblo y continúo ruta.


Antes y después voy pensando en el papel decisivo de la geomorfología en estas soledades. Formas tabulares, en cuesta y, sobre todo,  muelas, como se las conoce en Aragón. Morfologías que aquí se deben a la fuerza erosiva de Bergantes y Columbres, afluentes del río Cantavieja.  Desde las cumbres uno mira y las ve casi al ras. Entre ellas se hunden los cauces fluviales, unas veces en anchos valles, otras en secos tajos. Eso sí, la tectónica es más bien tranquila. En esta parte del Maestrazgo los pliegues son horizontales o casi y la mayor parte de las series estratigráficas vienen coronadas por un estrato carbonatado,  del cretácico casi siempre.


Fig. 1: Formas tabulares


Estos roquedales han servido a los lugareños para construir sus viviendas e instalaciones ganaderas, con el uso exclusivo de la piedra. Los estudiosos le llaman a esta forma tradicional de constuir la “arquitectura de piedra seca” (figs.1 y 2). Viene facilitada porque aquí las calizas se exfolian en grandes lajas que permiten hacer sillarejos o dar suministro para  la mampostería de los edificios. No menor es su uso para acondicionar laderas para el cultivo mediante hormas de piedra que sujetan los aterrazamientos. He de decir que si antes tuvieron uso agrícola esas laderas, hoy ya no lo tienen. Aquí, como en otros sitios,  la vieja agricultura y el mundo rural son cosa del  pasado.




Fig. 1.-Paramento de lajas de caliza en Cinctorres



Fig. 2: Hormas de piedra en las laderas.



Después de Cinctorres te encuentras un cartel que pone “Puerto de los Capriles”. Tiene una subida de aúpa y sólo me detengo a fotografiar un plegue anticlinal que me sorprende entre tantas formas horizontales (fig. 3).  La carretera es bastante solitaria y escucho muchos cantos de pájaros, que me recuerdan a mi amigo Fernando de Sotresgudo, que se los conoce todos. Yo reconozco sobre la cumbre el pesado vuelo de un grupo de buitres leonados, que habrán visto algún cadáver por esos pedregales, pero no el mío, porque yo continúo vivo.


Fig. 3. Anticlinal en Rodilla  en el puerto de los Capriles
Luego hay un descenso hacia el Portell de Morella, pero ahí no acaba el puerto. El Portell tiene una atractiva estampa, con su torre adosada a la iglesia y las casas desparramándose por la ladera aterrazada. 
Fig. 4: Portell de Morella.


Una vez abajo, pero sin descender al fondo del valle, la carretera se pone cuesta arriba y me recuerda que aún no he coronado el puerto, que ahora tiene nombre castellano, “las Cabrillas”. La carretera escala el páramo, que está mordido por varios barrancos y que en toda su ladera norte le han plantado un montón de modernos molinos de viento. Me da la impresión de  que el parque eólico de “las Cabrillas” es el responsable de que la carretera en la vertiente castellonense esté tan bien arreglada, porque después de hacer cumbre a más de 1300 m. y ya en la provincia de Teruel,  la carretera está reventada. Ello también me hace pensar en lo duros que han de ser los inviernos por estas tierras. Eso sí, como se puede ver en las fotos, la vegetación aún conserva la frescura y el verde de una primavera que, según me cuentan los lugareños, ha sido larga y abundante.


Con la Iglesuela del Cid te encuentras de golpe y porrazo. Una vez allí te sorprenden, en lugar tan recóndito, los palacios con elegantes aleros  de madera y doble hilera de ménsulas. En algún lugar he leído que son “cornisas aragonesas”. A mí  me recuerdan el renacimiento toscano.

Fig. 5.-Palacio. Iglesuela del Cid


Me llama la atención una refrescante huertecilla (fig. 6) que ocupa el fondo de un cauce. Coqueta y bien trazada, con las casas asomándose para ver crecer tan cuidadas hortalizas.


Fig 6.-Huertos. Iglesuela del Cid


Salgo de los palacios, en los que no aspiro a vivir. Me conformo con una refrescante fuente que hay a la entrada del pueblo bajo un porche de madera. Se está tan agusto sentado oyendo caer el agua que no dan ganas de seguir.  




Fig. 7.-Fuente.Iglesuela del Cid.


Después del breve respiro me espabilo y me dirijo hacia el puerto de Cantavieja. Primero se sube y luego hay un tobogán que te requema las piernas. La señal de tráfico dice 9%,  pero mi monitor me marca durante un rato un 20% y a mi bici no le quedan más coronas que subir.  Por fin llego arriba: Puerto de Cantavieja, 1420 m.. 


Cantavieja, no siendo un pueblo grande, tiene cierta prestancia, pasado templario y capital del Alto Maestrazgo turolense. Me introduzco por el empedrado hacia el centro, pero no encuentro un bar en el que reponer fuerzas al aire libre. Me detengo en la iglesia de San Miguel, que en su lateral tiene un pórtico gótico que hace las veces de atrio. En el paramento limpio hay un pequeño cuadro de la Virgen, que dice “Quintos 2013”. Me doy la vuelta pensando en esta costumbre de despedir a  los quintos con una fiesta y no habiendo ya quintos, se sigue celebrando en algunos sitios. Tampoco atino a cuadrar la Virgen con los Quintos.  


 A la entrada veo un bar con mesas en la puerta y allí me dirijo. Me pido un bocadillo de lomo de a palmo, un aquarius y un bolígrafo para tomar algunas notas y no fiarlo todo a la memoria. En Cantavieja hay cuartel de la Guardia Civil, con una bonita fachada. Pensando yo en eso se detiene la pareja y me saluda. Uno de los guardias es aficionado al ciclismo y se ha fijado en mi bici. Me hace algunas preguntas sobre ella y gustoso le atiendo. Echamos un rato de conversación mientras doy cuenta de mi bocadillo y aprovecho para hacerme el experto en bicis y ciclismo aficionado, que me lo tengo ganado. El guardia, que es de Alcaudete, provincia de Jaen, me alivia diciendo que lo más exigente del recorrido ya lo he completado, aunque la carretera hasta Mirambel tiene un tramo que está hecho un cristo.  Con agua fresca en los bidones y los parroquianos tomando el aperitivo, reemprendo el camino con el sol zurriendo en todo lo alto.  


La carretera hasta Mirambel va paralela al río Cantavieja. En el descenso hacia el mismo hay una vista espectacular del pueblo sobre un talud (fig. 8), excavado por el río y que deja al descubierto las etapas sedimentarias de casi todo el Cretácico Inferior en las idas y vueltas del viejo mar de Thetys por estas latitudes.  Hasta 6 periodos o facies de los mismos podemos observar desde la carretera: calizas detríticas y bioclásticas, luego arcillas, margas y areniscas rojas, después otra vez calizas, encima margas con plicátulas y al final las calizas en las que se asienta Cantavieja.


Fig 8.-Talud sobre el que se emplaza Cantavieja

Como ya me había avisado el guardia civil de Cantavieja, de golpe la carretera hacia Mirambel se convierte en un infierno de baches, remiendos y abolladuras, que me muelen el espinazo. Además, el calor propio del mes de Julio y la hora que se me ha hecho le dan fuerza al olor de las granjas de cerdos que salpican todo el territorio. El río Cantavieja baja muy mermado y alivia poco el mirarlo.  


Para entrar a Mirambel la carretera no está arreglada. Yo diría que está aún peor. Eso sí,  han colocado un panel en el que se elogia su pasado y valor patrimonial. Bien parece que las autoridades no le atribuyan presente alguno, pues ni carretera decente tiene para llegar.  En efecto, Mirambel conserva conventos, palacios verdaderamente monumentales, como la casa Aliaga (fig. 10), castillo y fragmentos de la muralla. Por cierto, la puerta principal, la de las monjas, tiene una original  celosía de yeso y barro que me entretengo en fotografiar (fig. 9).  


A las tres de la tarde dejo Mirambel y voy camino de Forcall. Allí, me refresco en una sombra de la plaza porticada y tomo la carretera hasta Morella. Para ver Morella cuando estás cerca de ella siempre tienes que mirar hacia arriba, así que no hay quien me libre de un último azagón . He recorrido 100 kms y un desnivel positivo de 2.127 m. que no está nada mal.


Fig. 9.- Portal de las Monjas. Mirambel.


Fig 10.-Casa aliaga. Mirambel

martes, 9 de julio de 2013

CON MI BICI POR EL MAESTRAZGO Y LA COMARCA DEL MATARRAÑAS (1)

Era algo que venía pensando desde hace tiempo. Recorrer una comarca con mi bicicleta, parar en cada pueblo o allí dónde se me antojase. Lo de contarlo en el blog se me ha ocurrido sobre la marcha. En cada viaje y a cada paso me tropiezo con referencias geográficas y arquitectónicas aunque no las busque y he pensado que eso puede ser útil para mis alumnos. Así que, empezaré a ver que pasa. Para la primera vez he elegido un rincón del Maestrazgo y la comarca turolense del río Matarrañas, entre el dos y el cinco de Julio de 2013.


PRIMER DÍA: HACIA LOS PUERTOS DE BECEITE 


Salgo a las 14,30 de Monroyo en dirección a Valderrobres, después de pasar en coche el puerto de Torre Miró. Entraré en la comarca del Matarraña, afluente directo del Ebro en su margen derecha. Mediodía, pero en estos altozanos soplan muchas brisas, que alivian el solanero.  Antes de dejar Monroyo me fijo en un cartel que alude a “Dinópolis”, luego estudiaré porqué. 


Me detengo en Fuentespaldas, que en su cartel de bienvenida también pone Fontespatla, advirtiendo que sus habitantes tienen lengua propia, una variante del catalán. He oído algún jaleo político por ahí y creo que las Cortes Aragonesas aprobaron llamar  a ese idioma o habla, el LAPAO. Hay que ver qué cosas pasan en esta España.  Me detengo en la plaza del pueblo más sólo que la una y miro la fachada del ayuntamiento, espléndida con el sol en lo alto. Un solo toque de la campana del reloj debe indicar que son las 15,15.



 Fig1.-Ayuntamiento de Fuentespaldas


 Junto a la carretera me llaman la atención unas rocas rojizas que se van extendiendo muy ampliamente. Son conglomerados de clastos calcáreos englobados en arcillas rojizas de sedimentación continental que los mapas geológicos clasifican en el Paleógeno (fig.2).


Fig. 2.-Rocas detríticas del Paleógeno


 La carretera va hacia abajo pero algunos repechos me recuerdan que para andar en bici hay que dar pedales. 


Pronto se empiezan a ver al fondo los farallones rocosos de los puertos de Beceite a los que hago unas primeras fotos. Sus cresterías cortadas a bisel se formaron a la vez que la cordillera Catalana, teniendo su misma dirección de plegamiento, aunque después fueron las aguas violentas del primer Matarrañas las que le dieron forma definitiva. Los puertos de Beceite están justo donde el viejo Macizo Ibérico se hundió por la fuerza del plegamiento alpino para que se levantaran los sedimentos jurásicos y cretácicos que se habían formado a su pie. 


Fig.3.-Puertos de Beceite
Entro en Valderrobres. Población que tiene una bonita silueta, aunque su entrada no hace honor al cartel que saluda: “Valderrobres, uno de los pueblos más bonitos de España”. Eso sí, una vez dentro doy fe que es cierto.


Fig. 4.-Valderrobres

Doy unas vueltas por sus calles empedradas y vuelvo a salir por el puente medieval que flanquea el río Matarrañas para ir a Beceite. A la salida un cartel dice: Al Castillo. Giro la bici y un camino municipal efectivamente me lleva al castillo. Es un extraordinario monumento del S. XV, bien conservado; sus paramentos son robustos y tienen unos pocos vanos con arcos ojivales. Los ventanales tienen dobles parteluces y están decorados por una sencilla tracería gótica. Sin embargo, coronando el muro hay una galería de pequeñas bóvedas que a lo lejos parecen de cuarto de esfera, aunque no lo veo bien. Arriba el muro almenado (fig.5).


Fig 5: Castillo de Valderrobres
A pesar de la hora, el camino hacia Beceite es gratificante. La carretera va remontando el río en suave pendiente y la vegetación de ribera desprende un agradable frescor.  Chopos, álamos y sauces es lo que más veo. En la ladera del monte, encinas, enebros, sabinas y pinos carrascos. Me llama la atención una acequia que va paralela al río por la ladera. Me pregunto si seguirá llevando el agua para algún regadío o, como tantas otras,  estará abandonada, depués de tanto trabajo para construirla. 


En Beceite termina la carretera, pero el pueblo se conserva bien y de mirarlo se queda uno sereno. Al parecer ha perdido bastante población, porque en tiempos tuvo fábricas de papel, una de las cuales abastecía a la de los naipes “Heraclio Fournier”. Ah! Y también tiene nombre en catalán, “Beseit”


Fig. 6: Beceite


Regreso a Valderrobres y me dirijo a Rafales. La carretera desde el cruce de la general hasta Rafales es solitaria, bonita y exigente para el ciclista. Repechos, pequeños descensos; incluso kilómetros encadenados de subida. Voy remontando el río Tastavins, que se hace maduro recogiendo aguas de las montañas que rodean a Rafales.


Fig.7. Río Tastavins


Rafales es un bonito pueblo de montaña, con aire limpio y fresco, igual que la fuente que me da consuelo. El repartidor de butano, creo que de Alcañiz, me hace amablemente una foto y me da un poco de conversación.


Fig. 8.-La fuente de Rafales
     Ya sólo me queda el regreso, que no es sencillo. Mi amigo el repartidor de butano me advierte  que hasta el cruce con la nacional hay unas buenas cuestas. Así es, 2 kms con una pendiente de dos cifras y 6 kms más tendidos. A la vista Monroyo.  Al final, medio día bastante completo: 76 kms y 1.000 m de desnivel positivo, que para no haber ningún puerto largo no está mal.